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viernes, 14 de noviembre de 2008

253. Iñaki Ochoa de Olza y el equipo de rescate, Medallas de Oro al Mérito Deportivo. El Ejecutivo navarro ha considerado su "admirable trayectoria"


Iñaki Ochoa de Olza

El Gobierno foral ha aprobado en su consejo la concesión de la Medalla de Oro al Mérito Deportivo al montañero navarro Iñaki Ochoa de Olza, fallecido el viernes en el Annapurna nepalí, y al equipo internacional de alpinistas que intentó su rescate.

En el caso de Ochoa de Olza el Ejecutivo navarro ha valorado su "admirable trayectoria" marcada por "una ilimitada vocación" hacia el montañismo, que le llevó a conquistar doce de los catorce "ochomiles" que hay en el mundo y a lograr varios récords en el alpinismo.

Por ello el Gobierno considera que con su muerte este deporte "pierde a uno de sus máximos exponentes" pero además, "y sobre todo, a una persona que supo vivir el ideal de la montaña y transmitir a lo largo de su vida los más nobles valores humanos".

El Ejecutivo navarro ha acordado asimismo conceder igual distinción a los alpinistas Horia Colibasanu, André Molotov, Uli Steck, Simón Anthamattenn, Sergei Bogomolov, Don Bowie, Denis Urubko y al resto de sherpas y colaboradores del grupo de rescate movilizado en el Himalaya.

De ellos subraya las "impresionantes muestras de solidaridad y compañerismo" que han dado "arriesgando sus vidas intentando rescatar" a Iñaki Ochoa de Olza cuando se encontraba en grave estado de salud y a 7.400 metros de altitud, por lo que "merecen figurar en la memoria colectiva de todos los navarros por su gran generosidad y la humanidad que demostraron al no dejar sólo en sus últimos momentos" al montañero navarro.

Fuente: as.com

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359. Agonía a 8.091 metros. Iñaki Ochoa de Olza murió en el Annapurna, pese a una compleja operación de rescate.

194. Fallece en el Annapurna el montañero navarro Iñaki Ochoa de Olza. HABÍA PERMANECIDO CINCO NOCHES A 7.400 METROS DE ALTITUD.

domingo, 1 de junio de 2008

359. Agonía a 8.091 metros. Iñaki Ochoa de Olza murió en el Annapurna, pese a una compleja operación de rescate.


Iñaki Ochoa

Iñaki Ochoa murió en el Annapurna, pese a una compleja operación de rescate. El rumano Horia Colibasanu y el suizo Ueli Steck, que acompañaron en su agonía al alpinista español, reconstruyen la trágica aventura.

Un himalayista asume que la autonomía en altura es su único nexo de unión con la vida. Ser autónomo para tomar decisiones, para superar los retos técnicos, para acertar con la estrategia, para retirarse por sus propios medios sin comprometer a nadie. Si todo va bien, uno sufrirá escalando una montaña de 8.000 metros; después peleará para bajar y contarlo. Pero si algo altera el guión, si algún factor inesperado convierte al escalador autosuficiente en sujeto dependiente, su vida valdrá bien poco. O lo que otros estén dispuestos a arriesgar para socorrerle. En la frontera de los 8.000, donde los helicópteros no vuelan y el hecho de pensar con serenidad es un triunfo, ninguna vida vale más que la propia. No existe el derecho legítimo de pedir ayuda. Es un pacto no escrito: primero, mi vida; después, ya se verá.

Luego están los hombres y las circunstancias.

Catorce alpinistas de diferentes culturas, nacionalidades y posibilidades se unieron en el Annapurna (cima de 8.091 metros en el Himalaya) entre el lunes 19 y el domingo 23 de mayo para realizar el rescate imposible de Iñaki Ochoa de Olza. Para hacerlo, todos prescindieron al unísono de cualquier análisis frío y pragmático, de su experiencia, de su saber, de la razón. Todos tiraron de corazón. Un alpinista no tiene por qué ser una persona valiente. La valentía no se mide en términos relativos. No tiene más arrestos el que se lanza montaña arriba que el que conduce a sus hijos, trajeado, a la escuela. Pero, aun sabiendo todo esto, lo que sucedió esos días en el Annapurna, la mezcla de voluntades desprendidas de todo ego, prudencia o egoísmo, merece un calificativo... difícil de cazar. Jorge Nagore, uno de los íntimos de Iñaki, dijo a este diario que lo vivido se correspondía con "la grandeza absoluta". ¿Existe otra forma de expresarlo?

"Camino de la cima nos encontramos con un paso técnico. Era corto, pero no teníamos cuerda fija. Empecé a buscar una alternativa mientras Iñaki y Bolotov buscaban la manera de pasar. Pero enseguida, Iñaki me dijo que tenía mucho frío y que prefería darse la vuelta. Me fui con él. No hacía tanto frío: sus guantes eran más gruesos que los míos y yo no sentía frío, así que imaginé que Iñaki estaba pagando el esfuerzo. Decidimos montar la tienda en la arista, y después de hablar por teléfono empezó a decir incoherencias", recuerda Horia Colibasanu, de 31 años, dentista de Timisoara (Rumania). Su voz, al otro lado del teléfono, suena infinitamente cansada, como la un niño que ha pasado por un enorme trance.

Los íntimos de Iñaki que organizaron su rescate desde Pamplona también emplearon el corazón y todos los medios a su alcance. Su maniobra habría sido impensable hace apenas una década, cuando no existían los teléfonos móviles vía satélite y uno viajaba al Himalaya como si de un desplazamiento a la Luna se tratase. Sin esta tecnología, Iñaki habría fallecido bien pronto. Sin la presencia del rumano Horia Colibasanu no habría superado la primera noche.

"Lo más terrible, lo más difícil de asumir fue ver cómo Iñaki, en cuestión de segundos, se desplomaba en el interior de la tienda, incapaz de hablarme, inconsciente. Fue en ese momento, y no después, cuando sentí el tremendo dolor de lo que ocurriría tarde o temprano", recuerda Horia Colibasanu. Iñaki y Horia se conocieron en las faldas del K-2 (8.611 metros) en 2004, unidos por la casualidad: compartían gastos junto a otros escaladores. Escalaron juntos el impresionante K-2 y repitieron viajes, unidos por una amistad espontánea. "Decido esperar a mi nuevo amigo rumano, Horia Colibasanu, que se ha convertido por azar en mi compañero de escalada. Es un chico sensible y muy inteligente, y se convierte en el primero de su país en pisar la cumbre. Se le ha caído su piolet durante la noche, y al final sube con uno prestado. Cuando llega arriba parece despistado por un momento, no tiene experiencia en montañas de 8.000 metros, pero está de verdad feliz y exultante", escribiría Iñaki días después.

Horia busca estos días la manera de volar desde Katmandú, capital de Nepal, hasta Pamplona. Se lo ha pedido la madre de Iñaki, que desea abrazarle. El hombre camina a duras penas desde su hotel hasta la agencia de viajes, consumido hasta los huesos, dejando atrás las secuelas de un edema pulmonar. "Creo que de no ser por Ueli Steck, yo también habría muerto", asegura Horia.

El suizo Steck es la segunda gran pieza del puzzle ensamblado para rescatar a Iñaki. Dos años antes de conocerse en el campo base del Annapurna, Iñaki ya conocía a Steck, uno de los alpinistas más brillantes del momento, un tipo capaz de escalar los 1.800 metros de la cara norte del Eiger en solitario y en un tiempo de 2 horas y 47 minutos, cuando lo habitual es invertir dos días en la empresa. Iñaki pasó una temporada de su vida residiendo en Suiza, entrenándose en el mismo rocódromo que frecuenta Ueli Steck, pero nunca se atrevió a presentarse. Le admiraba demasiado. Por eso, cuando el jueves 22 de mayo Ueli Steck irrumpió en su tienda, a 7.400 metros, sonrió, reconociéndole de inmediato. Saludaba a uno de sus héroes. La última persona que vería. Iñaki nunca llegaría a encontrarse con la tercera pieza clave del rescate, el kazajo Dennis Urubko. En la historia del himalayismo están, en un nivel superior, los escaladores de la extinta Unión Soviética. Iñaki los idolatraba: "Comen mejor durante las expediciones que en su casa y llevan un material que no usaríamos ni en el Pirineo", ilustraba el navarro. En 2003, Urubko e Iñaki se conocieron en el Nanga Parbat (8.125 metros). El kazajo cumplió con varios días de aproximación a la montaña vistiendo unas zapatillas deportivas dos números pequeñas. Se marcharía con ellas puestas y con la cumbre, como Iñaki. Urubko, de la sección deportiva del ejército de su país, cobra 50 dólares mensuales. El proceso de selección para integrar dicho equipo es una salvajada. Sueltan a los candidatos a los pies de una montaña del Pamir, de 7.000 metros, y los primeros en llegar pasan el corte. Después les ponen a pedalear en cámaras hipobáricas simulando alturas vecinas a los 9.000 metros..., hasta que se desmayan del esfuerzo. Decir que son tipos duros es decir bien poco.

Urubko es el heredero del estilo de Anatoli Boukreev, el alpinista que más admiraba Iñaki Ochoa, una fuerza de la naturaleza que pereció en la misma vertiente sur del Annapurna, víctima de un alud, en 1997. Había escalado 21 ochomiles en apenas ocho años. Pocos días antes de atacar la cima del Annapurna, Iñaki lloró emocionado frente a la placa que recuerda a Boukreev bien cerca del campo base, un pequeño memorial budista con una inscripción: "Las montañas no son estadios donde satisfacer nuestra ambición deportiva, sino catedrales donde practicar nuestra religión". Irónicamente, una placa, colocada junto a la de Anatoli, honrará también la memoria de Iñaki.

Sin duda, no podría haberse imaginado mejor rescate, ayuda más cualificada. Un sencillo mensaje en el teléfono vía satélite de Steck, describiendo la situación, le bastó a éste para salir montaña arriba..., al anochecer, junto a Simon Anthamatten.

"Fueron horas complicadas", retoma Horia Colibasanu: "A través de la radio tuve que guiar a Ueli y Simon para que encontrasen el complicado camino en el glaciar, al principio de la vía. Era de noche: imagina lo que tuvieron que arriesgar para no caer en alguna grieta", enfatiza el rumano. "La verdad", reconoce Ueli Steck, "es que sólo había una cosa que pensar, así que no nos costó decidirnos". Para ganar tiempo, Ueli y Simon cargaron con el mínimo peso posible, lanzándose en una ruta que no conocían y en la que Iñaki y sus compañeros habían invertido semanas de trabajo.

El calvario de Horia duró cuatro días. Con toda la información en su poder, debería haber renunciado a todo lo que no fuese salvar su vida. Pese a ello, se quedó junto a Iñaki, uniéndose a su destino, incapaz de desprenderse de la persona que amenazaba su vida. Si no cedió fue sencillamente porque, para una persona de sus principios, quedarse era más sencillo que huir. De haberse retirado, ni el convencimiento racional de que Iñaki era un muerto en vida le habría servido de consuelo. La culpa le hubiera corroído injustamente durante años, y eso es algo a lo que no quiso enfrentarse. "Durante esos cuatro días apenas dormí, obsesionado con hidratar a Iñaki. Tenía cartuchos de gas de sobra para fundir nieve y preparar sopa e infusiones, pero la comida se acabó enseguida. Los dos últimos días no comí absolutamente nada. Cada vez que despertaba, después de cinco minutos, una o dos horas de sueño, era como regresar a una pesadilla donde recordaba nuestra penosa situación. Mi obsesión era que bebiese, aguantar. No podía dejarle allí", explica Horia.

Durante las interminables horas que Horia permaneció al lado de Iñaki, el primer día, el lunes, resultó el más doloroso. Pura impotencia, desesperación. Al comprobar la gravedad de la lesión cerebral de Iñaki, el rumano llamó a España y a su país buscando consejo médico, implorando ayuda, agotando las baterías de ambos teléfonos en el intento. Después se limitó a esperar concentrándose en una misma rutina: sacar el brazo fuera de la tienda, recoger nieve en una bolsa de plástico, colocarla sobre una cazuela de aluminio, encender el infiernillo y esperar a que se convirtiese en agua. Con la bebida preparada, esperaba a que Iñaki saliese de su estado de inconsciencia y le suplicaba que bebiese. "Era lo único que podía hacer", se desespera Horia. También respondía a las preguntas de Iñaki en inglés: ¿cuándo vienen mis amigos?, ¿dónde están?, ¿el helicóptero? "Yo siempre le respondía más o menos lo mismo: le decía la verdad, que muy pronto llegarían alpinistas, pero que el helicóptero no nos sacaría de allí. Entonces volvía a dormirse".

La obsesión de Steck era suministrar la medicación a Iñaki. A esta idea se aferró el suizo para someterse a un castigo físico inimaginable. Cuando alcanzó, el miércoles, el campo 3 (6.900 metros), lo hizo a costa de reventar a su amigo Simon Anthamatten y de esquivar notables riesgos de aludes. En mal estado, Anthamatten decidió cubrir las espaldas de Ueli desde el campo 3. En su camino hacia la tienda de Iñaki, Ueli se encontró con una figura tambaleante, estática. Era Horia. "Le pedí que no bajase, pero no quiso", dice. "Cuando supe que Ueli se acercaba a nuestra tienda, salí para abrirle la huella. Había nevado recientemente y le facilitaría mucho el acceso si abría yo mismo un camino en la nieve fresca. Además, ya no tenía otra opción que descender: Ueli no tenía medicinas más que para una persona, y las necesitábamos los dos en abundancia. Yo necesitaba la dexametasona, pero Iñaki la precisaba aún más. Ueli me pidió que no bajase al verme tan débil, pero me dio una chocolatina y un poco de dexametasona, y me recuperé lo suficiente como para atraverme con el descenso. Le dije que guardase el resto de medicinas para Iñaki. De hecho, Ueli me salvó probablemente la vida, porque estaba al límite, con principio de edema pulmonar y habiendo comido poquísimo los últimos cinco días", enfatiza Horia. "Sí, creo que Horia habría muerto de haber pasado más tiempo allá arriba", concede Ueli, quien reconoce no tener "ni idea" de cómo hubieran podido descender a Iñaki en su estado. Resulta loable que sólo se lo plantease a posteriori.

A la mañana siguiente, viernes 23 de mayo, la respiración de Iñaki era un siseo, propio de un edema pulmonar. Ueli comunicó el desenlace fatal por radio; Dennis Urubko, a escasas horas del campo 4, se sentó sobre la nieve, asqueado. "Lo siento, llegamos tarde. Hice todo lo posible. ¿Cómo está la familia? Yo estoy absolutamente destrozado, física y anímicamente. No sé decir más...", se atasca Urubko, todavía en Katmandú.

En Pamplona, Pablo, uno de los tres hermanos de Iñaki, fue el primero en conocer la noticia. Estaba en el Diario de Navarra, centro de coordinación del rescate. Sin soltar el teléfono garabateó en una hoja las siglas RCP (reanimación cardiopulmonar) y, al poco, dibujó una cruz. Todos entendieron que el rescate soñado de Iñaki había chocado, definitivamente, con la realidad. La esperanza, tan irracional como bella, fue la única luz en el camino de Iñaki a ninguna parte.

Fuente: el país.com

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194. Fallece en el Annapurna el montañero navarro Iñaki Ochoa de Olza. HABÍA PERMANECIDO CINCO NOCHES A 7.400 METROS DE ALTITUD.

viernes, 23 de mayo de 2008

194. Fallece en el Annapurna el montañero navarro Iñaki Ochoa de Olza. HABÍA PERMANECIDO CINCO NOCHES A 7.400 METROS DE ALTITUD.

Iñaki Ochoa de Olza. (Foto: EFE)
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Iñaki Ochoa de Olza. (Foto: EFE)

PAMPLONA.- El montañero navarro Iñaki Ochoa de Olza, de 40 años, ha fallecido esta mañana en el monte Annapurna, después de permanecer cinco noches a 7.400 metros de altitud en estado grave afectado por una lesión cerebral complicada por otra pulmonar, han confirmado a EFE amigos del alpinista.

Según la web de 'Diario de Navarra', patrocinador de la expedición de Ochoa de Olza al Himalaya nepalés, el montañero no podía andar ni hablar, aunque ayer experimentó una ligera mejoría tras recibir la medicación que le hizo llegar el alpinista suizo Ueli Steck.

Y es que el estado de salud del montañero empeoró en las últimas horas y a las 8:45 horas (12:30 horas en Nepal) ha fallecido, después de que las maniobras de reanimación cardiopulmonar que le ha practicado Steck, la única persona que en ese momento se encontraba con él, hayan resultado infructuosas.

Iñaki Ochoa de Olza tuvo que renunciar el pasado lunes a la cima del Annapurna (8.091 metros) por problemas de congelaciones y decidió volver al campamento base ubicado a 7.400 metros de altitud, donde permaneció desde entonces acompañado por su compañero rumano Horia Colibasanu.

Allí permanecieron solos y sin medicación hasta que ayer llegó el primero de los alpinistas movilizados para su rescate, el montañero suizo Ueli Steck, quien le prestó asistencia médica siguiendo las instrucciones que le transmitía por radio un equipo médico. En ese momento, Colibasanu, quien también sufría problemas de salud, emprendió el descenso.

La llegada de Steck hizo que los allegados a los montañeros no perdieran la esperanza de que éste pudiese recuperarse, lo que finalmente no ha sido posible.

Además, se da la casualidad de que hoy había salido un segundo helicóptero en busca del montañero, la última de las gestiones que habían realizado y que, según han lamentado, "ha llegado demasiado tarde".

Ahora, según han apuntado dichas fuentes, lo importante es ayudar a bajar de la montaña, donde hace muy mal tiempo, a quienes han ido a ayudarle y que "han dado mucho más de lo que nadie está dispuesto a dar por él".

Iñaki era uno de los alpinistas españoles más relevantes del momento. En su currículo figuran 15 'ochomiles' y sólo le faltaban dos, entre ellos el Annapurna, para convertirse en uno de los pocos que lograba coronar las 14 cumbres de más de ocho mil metros del planeta. Además, fue el primer español en escalar un ochomil en 24 horas y poseía el récord español de ascenso en el Aconcagua (5 horas y 45 minutos) hasta el año 2004.

Fuente: el mundo.es

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166. Trágico rescate de Iñaki Ochoa de Olza en el Annapurna. El montañero está en estado grave, en el campo 4 , a 7.400 metros de altitud.


Fallece Iñaki Ochoa de Olza. (181).


El montañero navarro no pudo resistir más. Tras cinco noches a más de 7.400 metros de altura y afectado por una grave lesión cerebral complicada en las últimas horas por un edema pulmonar, Iñaki Ochoa de Olza Seguín falleció hoy a las 8.45 horas (12.30 horas en Nepal) en la pared sur del Annapurna.

(publicado en el diario de navarra. es)
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166. Trágico rescate de Iñaki Ochoa de Olza en el Annapurna. El montañero está en estado grave, en el campo 4 , a 7.400 metros de altitud.

jueves, 22 de mayo de 2008

166. Trágico rescate de Iñaki Ochoa de Olza en el Annapurna. El montañero está en estado grave, en el campo 4 , a 7.400 metros de altitud.


Iñaki Ochoa de Olza

Tras dos días sin tener noticias, la web del Diario de Navarra acaba de publicar que el montañero navarro Iñaki Ochoa de Olza (Pamplona, 1967) se encuentra grave y en estado semiinconsciente junto al rumano Horia Colibasanu en el campo 4 del Annapurna, a 7.400 metros de altitud. El periódico publica que el "ochomilista" experimentado, con más de 30 expediciones al Himalaya, está al cuidado del rumano Horia Colibasanu. Los dos esperan la llegada de los dos montañeros suizos que emprendieron las labores de rescate ayer y que han tenido que parar en el campo 3, a 6.900 metros de altura, a causa del mal tiempo. El tercer miembro de la expedición, el ruso Alexei Bolotov, del que no se tenía noticia desde el pasado lunes, desciende ya desde el campo 4 aquejado al parecer de un edema pulmonar. Por otra parte, el helicóptero que trasladaba a tres montañeros desde Katmandú para apoyar el rescate tuvo que detenerse a un día del campo base en la localidad de Chomrong.

El periódico navarro también señala que el helicóptero que trasladaba a tres montañeros desde Katmandú para apoyar el rescate tuvo que detenerse a un día del campo base en la localidad de Chomrong. En estos momentos, el rumano Colibasanu mantiene hidratado y abrigado al montañero navarro. Se espera que cuando reciba corticoides su estado pueda mejorar.

(publicado en el país.com)

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23. Juanito Oiarzabal vuelve a subir un 'ochomil' tras la amputación de los dedos de los pies.