jueves, 12 de febrero de 2009

2954. Persigue a Bubka. El australiano Steve Hooker se ha convertido en el segundo mejor pertiguista de la historia con su salto de 6.06 m.


Sergéi Bubka



Steve Hooker



Sergéi Bubka



El australiano Steve Hooker se ha convertido en el segundo mejor pertiguista de la historia con su salto de 6.06 m. y el hombre que más ha saltado desde hace 15 años



DV.
Un rocoso australiano puede resucitar una especialidad que Bubka asesinó. La sombra del ucraniano dura quince años por culpa de sus 35 récords mundiales -pista cubierta y aire libre- batidos entre los años 1984 y 1993. Hasta el momento, el resto de los pertiguistas se conformaban con entrar en el privilegiado club de los 6 metros. Pero las cosas pueden cambiar. El australiano Steve Hooker, campeón olímpico en Pekín, ha aprovechado el tórrido verano australiano para afinar su forma y superar, el pasado fin de semana, el listón sobre 6.06 metros que sólo el zar de la pértiga había conseguido. Él ha intentado, incluso, batir el récord galáctico de Bubka (6.15 m.) pero, quizás, aún es pronto.
La pértiga tiene futuro. Desde 1994 un hombre no saltaba tanto. Bubka, hasta el pasado sábado, tenía los 23 mejores saltos de la historia. La marca de Hooker se ha incrustado en el puesto 16. No está mal para soñar. Le faltan diez centímetros para pulverizar ese récord que algunos vaticinaron que no se batiría hasta el año 2020. A Bubka le costó cinco años escalar del 6.06 (Niza 1988) al 6.15 (Donetsk 1993)... pero Bubka era mucho Bubka. Es, y seguirá siendo, la leyenda de la pértiga.
El nuevo antiBubka -no es el primer saltador que da la sensación de comerse las marcas del ucraniano y luego se queda en casi nada- es un portento físico. Antes de su llegada a las colchonetas de pértiga, se 'pegaba' en el fútbol australiano. Pero sus orígenes eran claramente atléticos. Su padre -Bill- fue un buen mediofondista (corrió en 1:45 el 800) y su madre -Erika Nixon- era saltadora de longitud (6.75 m). Al bueno de Steven le aburría correr largas distancias y prefería sensaciones fuertes. La pértiga se las ofrecía. También el paracaidismo, que lo practicó con asiduidad.
Hasta su oro en los Juegos de Pekín era un pertiguista de segundo nivel. En junior saltó 5.30 metros (fue cuarto en el mundial del año 2000). La duda era si su fortaleza física se iba a traducir en demasiados kilos de peso. No ha sido así. Mide 1.87 y pesa 77 kilos. Es decir, combina envergadura, fuerza y ligereza. Un buen cocktail para la pértiga.
Sin embargo esas sensaciones acrobáticas que cautivaron a Hooker se iban a volver en su contra. Se bloqueó en la fase aérea y durante un tiempo dejó de ser el Loco Hooker. Necesitó de la ayuda de un hipnotista y de técnicas de visualización para superar el miedo a caer fuera de la colchoneta y a no frenarse en la aproximación al cajetín. «Estaba siempre con un humor miserable. Me preguntaba si podría saltar con la decisión necesaria». El australiano dejó patente en los Juegos que su poder mental era ya el de un campeón. Para ganar el oro superó al tercer intento el 5.80, el 5.85, el 5.90 y el 5.96, lo que significó el récord olímpico y el título más peleado de la historia. «Más que una prueba de pértiga fue un combate de boxeo. Es lo más duro que he hecho en mi vida», dijo.
Hooker ofrece un físico potente, combinado con un arrojo temerario y una técnica made in Rusia ya que su entrenador, Alex Parnov -antiguo pertiguista, 5.80 m-, emigró a Australia, en los años 90, al rebufo de los Juegos de Sydney, para formar un grupo de saltadores de origen ruso/bieloruso que se nacionalizaron australianos (Markov, Chistiakov y Grigorieva -su cuñada-). Pero la semilla germinó también en atletas del país como Paul Burgess, Emma George, Kim Howe, el propio Hooker y su hija, Vicki Parnov (4.40 m. con 17 años).

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