martes, 11 de noviembre de 2008

2210. ENTREVISTA | LUIS SALVADOR LÓPEZ HERRERO: «Los fármacos no pueden sustituir a la palabra al tratar el malestar vital»


Luis Salvador López Herrero, en un paseo de León

El Círculo Psicoanalítico de León reanuda el seminario con una ponencia de López Herrero en la que abordó cómo la locura pasó de ser tolerada a sufrir el encierro hasta hace dos siglos.

Luis Salvador López Herrero



A. GAITERO - LEON


Un repaso a la historia de la locura abrió el cuarto seminario de psicoanálisis que se celebra en León. A lo largo de nueve sesiones intensivas se desvelan las claves de la lógica del fantasma, ese velo con el que los seres humanos se enfrentan al malestar de la vida. El psicoanalista Luis Salvador López Herrero, miembro de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, desveló en la conferencia inaugural cómo históricamente la locura pasó de ser «bastante aceptada en el Medievo, para pasar en el mundo moderno a ser segregada y sufrir las cadenas del encierro». Desde finales del siglo XVIII, «se van quitando los grilletes a los locos y ha habido todo un proceso y todo un intento por tratar de aceptar que evidentemente la locura es algo que la sociedad debe compartir y aceptar para darle una salida». En su opinión, la cuestión candente es «ver al loco como un sujeto que pueda realmente hacer algo con su locura para que le permita poder vivir en la vida con los demás», en lugar verlo como «alguien a segregar o como un otro del que la sociedad no quiere saber nada».

-¿Qué es la lógica del fantasma y la psicosis?

-En realidad, la vida no es un asunto fácil de soportar. El hecho de vivir genera angustia y para taparla el sujeto construye una serie de vestidos o lentes que le permitan mirarla de una manera placentera. La versión más consciente del fantasma son las ensoñaciones diurnas, que decía Freud, la fantasía del sujeto: a lo largo del día la imaginación construye una serie de imágenes para poder soportar la vida (a ver si me toca la lotería, me compro un yate...) Es una fantasía, pero forma parte del fantasma. Se hace para soportar la miseria cotidiana (trabajar muchas horas, soportar al jefe...). Pero hay otro fantasma mucho más inconsciente que nos va dirigiendo y determinando ciertos avatares de nuestra vida. De esto trata la experiencia psicoanalítica.

-¿Hay que pasar por la experiencia del análisis, más allá de lo que pueda aportar un seminario?

-Sí, en el seminario se dan los estatutos teóricos para comprender qué es el fantasma, en qué consiste y de qué manera cada uno va construyendo. Ahora bien, la experiencia analítica consiste, entre otras cuestiones, en saber cuál es nuestro ropaje personal, cuál es nuestra lente, de qué manera vemos la vida y por qué; qué coordenadas nos han ido estructurando para que veamos la vida tal y como la vemos, de manera optimista o pesimista.

-¿Las personas prefieren vivir hoy en día con los ojos tapados?

-Hoy en día las personas no se preguntan en torno al malestar subjetivo. No quieren saber y esto es una dificultad para la experiencia psicoanalítica. Esto forma parte de la subjetividad de la época, pero hay algo en el discurso que tampoco fomenta este tipo de preguntas. El mero hecho de la utilización de fármacos por sistema es una manera de que no haya preguntas: si a uno le surge angustia y automáticamente se toma algo para aliviarla, evidentemente se produce una cierta pacificación momentánea pero eso elimina la posibilidad de que el sujeto se pregunte. En los tiempos que corren la cuestión de la pregunta en torno al malestar está muy suturada y el psicoanálisis viene a romper esta inercia; trata del malestar y la pregunta y que ésta debe ser formulada por el sujeto.

-¿Está en contra del uso de la farmacoterapia en las enfermedades mentales?

-En absoluto, el psicoanálisis no está reñido con la farmacología porque muchos sujetos en determinados momentos de su vida e incluso de la experiencia analítica pueden necesitar fármacos para aliviar ciertos síntomas; la angustia desmedida no vale para nada y bien útil es que un momento determinado esa angustia pueda ser calmada. Pero una cosa es calmar el síntoma y otra pretender que con su pacificación el sujeto sea curado. El psicoanálisis puede utilizar medicamentos para aliviar determinados síntomas que generan horror y no permiten una canalización adecuada de la palabra. Pero en ningún caso el fármaco sustituye a la palabra: esto es el elemento esencial del psicoanálisis. El psicoanalista trabaja con la palabra y en ningún caso el fármaco obtura la palabra. Mientras que para otras disciplinas se ha perdido la dimensión de la palabra, la dimensión de la historia del síntoma, la subjetividad de ese síntoma. Su apuesta con respecto a otras disciplinas sigue siendo muy revolucionaria.

-¿Por qué se ha perdido ese trabajo con la palabra?

-En la época en la que vivimos realmente los filósofos parece que han desaparecido de la escena. Han quedado suturadas las interrogaciones y a lo único que se dedica uno es a ver y a escuchar los medios de comunicación con imágenes de todo tipo. La capacidad para preguntarse y tratar de buscar las incógnitas en las cuestiones vitales está un tanto disipada por el impacto e imágenes y de palabras muchas veces innecesarias. Son las grandes voces que lo único que hacen es permitir que la gente goce. Ahora, hay un precio muy alto a pagar: la insatisfacción generalizada y las conductas suicidógeneas. La gran cantidad de síntomas del orden de la impulsividad tienen mucho que ver con estas cuestiones que están muy en la época actual.

-¿Se refiere a trastornos como la anorexia, las depresiones...?

-La conducta impulsiva en general, de cortocircuito, donde no hay pensamiento, donde solamente hay acto. La falta de reflexión facilita la impulsividad en el sujeto. De todo tipo, desde esa manera de conducir que lleva a la muerte, a la forma de ingerir alimentos, bebidas, tóxicos de todo tipo en lo que predomina la impulsividad. Vivimos en un momento de impulsividad.

-Uno se hace un psicoanálisis, pero la realidad sigue igual. ¿De qué ha servido.

-Evidentemente los traumas no los quita el psicoanálisis -si una persona ha perdido a su padre el psicoanalista no se lo va a reponer-pero la relación que el sujeto establece con el trauma cambia. Cambia la sensación y las percepciones y le permite que pueda hacer de ese suceso algo vivible y no invible.

Fuente: diario de leon.es

ENLACES:

2209. Escritores, psicoanalistas, médicos y poetas reflexionan el día 20 en León sobre la palabra en la condición humana.

1877. El mito y la poesía en el psicoanálisis. El médico Luis Salvador López Herrero presentó ayer en León su última obra.

1871. ENTREVISTA | LUIS SALVADOR LÓPEZ HERRERO: «Todos tenemos una imagen ficticia construida a lo largo de la vida»

2 comentarios:

  1. Anónimo12/12/2008

    ¿Tan difícil resulta entender estas palabras de Luís Salvador López Herrero? Son muy claras ¿no? ¿Cómo es posible que reflexiones así no tengan eco en el mundo científico que sutura al sujeto y le impide hacer algo con su síntoma? ¿Dónde está la posible libertad del sujeto? ¿En el fármaco que lo enmudece o en la palabra que lo pone en contacto con su trauma? Un saludo. Gizpedre

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  2. Anónimo12/12/2008

    No nos dejan hablar, nos tapan la boca con los farmacos y de esa manera nos impiden ser libres.
    Un saludo.

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