lunes, 12 de enero de 2009

2670. RODRIGO DÍAZ DE VIVAR, HÉROE POÉTICO [VIII Centenario del Cantar de Mío Cid] Por Nicolás del Hierro.


ESPAÑA: Ya Don Ramón Menéndez Pidal dejó escrito que los romances en lengua castellana 'datan por lo común del siglo XV: a todo más, alguno se remonta al XIV, y que son los temas conservados en la épica española desde el siglo VII, con el rey Rodrigo, hasta el XI, con el Cid, y aun hasta el siglo XII, con el rey Alfonso y el rey Luis de Francia'. Ante un océano de versos como el que agrupan estos siglos y siendo tal la prodigalidad de sus frutos supondría una tremenda irreflexión por mi parte intentar fondear mares tan profundos y tan amplios, cuando, además, me sé más creador que analista, y, sobre todo, nada historiador.

No es, pues, pretensión mía hacer aquí una historia de las hazañas bélicas de Rodrigo Díaz de Vivar, ni tampoco un ensayo exhaustivo de lo que son el Cantar de mío Cid y el Romancero del Cid como cimientos épico-literarios de la poesía castellana. Sí pretendo pergeñar un somero compendio del mundo personal del Cid y el que luego crearan sobre su leyenda trovadores, bardos, juglares, rapsodas y poetas anónimos, o personificados, hasta hacer de él un verdadero manantial de inspiración y convertirlo en el personaje más apasionante y fecundo de nuestra poética castellana.

Aun cuando miré y remiré varios volúmenes y enciclopedias, incluso Internet , para hilvanar estos folios, sólo me valí un poco de esta última técnica y de dos libros impresos. Uno de edición casi reciente [“Poema de Mío Cid”. Ediciones Cátedra, 2005. Edición de Colin Smith.] y el otro [“Romancero del Cid”. Compañía Ibero-Americana de Publicaciones. Librería Fernando Fe. Col. Cervantes, cuyo prólogo firma el Académico C. de la Historia, Ignacio Bauer] de larga antigüedad, sin fecha de edición, Depósito Legal, ni I.S.B.N., que adquirí en la Cuesta de Moyano, allá cuando mediaba el siglo XX, y que guardo como reliquia impresa.

Continuando los cauces normales, toda historia que nace de la vida humana fue primero el hombre y, como tal, por su valor, méritos, hazañas y proezas, unos y otras condujeron al héroe que llega hasta el destino del romance y origina el cantar de gesta que conservan archivos y prodigan los libros. Aquí es el realismo del ser quien se convierte en surtidor de leyenda para que la imaginación disfrute con uno de los modos más bellos de la cultura. Nunca en los divididos reinos de lo que varios siglos más tarde se convirtiera en la unidad de España hubo un hombre que consiguiera mejores estrategias en el campo de batalla, ni jamás espada ni tizona alguna se esgrimió con tanto acierto para que el rol de sus victorias les condujera con tanto empeño a la voz y la palabra de juglares, trovadores y poetas. Lástima que el origen de toda esta grandeza poética lo motivaran las hazañas bélicas y no surgiera su estética desde motivos menos ensangrentados y dolorosos, aun cuando a éstos los veamos y estudiemos a través de los siglos.

Si héroe en la lucha, donde el tiempo puede hasta borrar las huellas de las herida y epopeyas triunfales, no fue menor su prodigalidad en el ritmo del verso, desde el “Cantar [o Poema] de Mío Cid” pasando por el “Romancero” de su propio nombre, que le hicieran, si cabe, más inmortal que sus conquistas de buen guerreador: “Llegó la fama del Cid / a los confines de Persia, / cuando andaba por el mundo / dando razón de quien era”.

Ni un solo verso por él escrito, Rodrigo Díaz de Vivar [que naciera en este lugar de Burgos, hacia 1043 y falleciera en Valencia el 1099], fiel vasallo de tres reyes [Fernando I, y de sus hijos Sancho II y Alfonso VI] en sus respectivos reinados, desde los dieciséis años hasta su muerte, sin dejar de ser él mismo, aunque crítico pero leal frente a éste último desde el mismo día que, en Santa Gadea de Burgos, se produjera la jura del Rey Alfonso aseverando no haber tomado parte en la repentina muerte de su hermano don Sancho.

Defensor de unos ideales propios de la época en que viviera para un tiempo de conquistas y reconquistas, como Cid Campeador aportó una bravura que diera pie al gran Poema [o Catar] de la Castilla medieval: El Cantar de Mío Cid, gesta comparable, incluso superior según algunos estudiosos, a la precedente francesa Chanson de Roland, de métrica y hazaña diferentes, pero digna de un tiempo extraordinario para la apertura hacia el fomento de las artes, la ciencia y la cultura, como fueron los primeros siglos del segundo milenio en su expansión humanista y transformación de nuestro territorio.

Aun cuando el Cantar de mío Cid por su estilo, coherencia técnica, concierto rítmico y la armonía que aporta, como el gran poema épico que es, puede muy bien hacernos pensar que está escrito por una persona culta, el indeleble anonimato de su autoría a través de los siglos y cómo posteriormente fuera desarrollándose la fuerza y variedad poética del, así mismo anónimo, Romancero del Cid, expresado y expuesto en la calle por rapsodas y juglares en aquellos posteriores y cercanos años de su vida y primeros siglos del segundo milenio, puede asimismo inducirnos a pensar en la evanescencia de autor o autores concretos.
Poetas sin nombre, trovadores del pueblo, gente anónima y mucho más cercana a la oratoria directa que al perfil escrito, mezclan la fantasía y la historia de Rodrigo o Ruy Díaz de Vivar con las hazañas y proezas del Cid Campeador, para expandir sus versos por las plazas, calles y esquinas. Y así le dan comienzo: “Con los sus ojos muy grandes llorando / tornaba la cabeza y estábalos mirando; / vio las puertas abiertas, los postigos sin candado, / las perchas vacías sin pieles y sin mantos / y sin alcones y sin azores mudados. / Habló mío Cid triste y apesadumbrado: / “Loor a ti, señor Padre, / que estás en lo alto! / Esto me han urdido mis enemigos malos”. Para terminar el Canto con otros versos sencillos, pero harto demostrativos en su referencia: “Estas son las nuevas de mío Cid el Campeador; / en este logar se acaba esta razón”.

A estos le siguen tres versos más, un explicit [utilizando la expresión por la que son conocidos] que dan fe de quien fuera su copista, que no su autor: “Quien escrivió este libro ¡del Dios paraiso, amén! / Per Abbat le escrivió en el mes de mayo / en era de mil e .CC XLV. años”.
Hay quienes mantienen la teoría de que el Cantar de Mío Cid no es la obra del pueblo que, a través de su anónima oratoria, pasa a ser transcrita al papel por Per Abbat. Y apoyan su hipótesis en que más parece obra de poetas; de dos poetas, bien diferenciados en sus estilos y cultura, atribuyendo que cuanto se expresa aproximadamente a partir de la mitad responde a un mayor nivel formativo y de mejor expresión poética. Pero de cualquier modo, esto no parece haberse podido demostrar con veracidad.

La fecha que aparece en el códice es el 1245 de nuestra Era, que corresponde al año de Cristo 1207. Pero también cabría significar aquí las dudas a que un tiempo estuvo sometida la fecha en que tal copia fuera manuscrita, como se sabe hallada en la catedral de Burgos y cuyo único original se conserva actualmente en la Biblioteca Nacional, en Madrid.
Algunos estudiosos discrepan, discreparon, en el que fuera su tiempo de realización, si ocurrió en 1207 o si se registrara justo un siglo más tarde, es decir en 1307. Esta duda es originada cuando se observa un espacio vacío entre las dos CC y el resto de la numeración romana XLV, donde uno de sus mayores investigadores, don Ramón Menéndez Pidal adujo en dicho espacio alguna enmienda o tachadura que pudiera ocultar otra C; pero esto no pasó de aquel estudio, quedando fijo y firme el año 1207 como copia de tal manuscrito.

El Cantar o Poema consta de tres mil setecientos treinta versos; versos que forman estrofas de extensión variable, entre los que predominan los de 14 y 16 sílabas, divididos en dos hemistiquios separados por censura y escritos en castellano medieval, algo que veríamos hacer más tarde al Arcipreste de Hita en su “Libro de buen amor”, y que aportan un mensaje tradicional del pueblo. Un pueblo que, como siempre y como casi todas las masas, necesitan el héroe, un mito donde apoyarse como ideal superior.

No hemos de olvidar que este importante número de versos, donde se narran la vida y hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar y del Cid Campeador, tienen la huella directa del estado llano en la expresión del pueblo, es decir la tradición del román paladino. Por ello, aunque haya filólogos, historiadores de la lengua, estudiosos e impresores que los hayan, en su conjunto, publicado y publiquen bajo el título de “Poema de mío Cid”, su origen no es otro que el Cantar; algo que nace en la soledad del hombre y desde la admiración al héroe para extenderse luego por el devenir de las calles como romance de ciego, canción juglaresca o pliegos de cordel. De ahí que su título más frecuente no sea otro que el de “Cantar de mío Cid”.

Desconocida esta copia hasta 1779, tras ser descubierta, ningún buen estudioso del verso castellano dudaría con posterioridad que este Cantar o Poema de gesta aportaba los cimientos de nuestra poesía épica. Incluso, hasta hace poco más de medio siglo, de nuestra poesía como tal. Tendría, pues, que llegar el año 1948 y que un joven hebreo, nacionalizado inglés, M. S. Stern [ ], descubriera la existencia de las Jarchas mozárabes, para que la copia de Per Abbat cediera su testimonio como el más antiguo documento escrito de nuestra poesía. Con el descubrimiento de las Jarchas, cancioncillas/ romance que se inventaran en la Andalucía musulmana en las postrimerías del siglo IX y principios del X, se transmuta el origen de la poesía castellana: deja de serlo épica para dar paso a la lírica. Pero estos son otros testimonios, motivo sin duda de otra intervención o estudio.

Escribió Manuel Machado [tan ligado a cierto episodio del Cid] que “Hasta que el pueblo las canta, / las coplas coplas no son; / y cuando las canta el pueblo / ya nadie sabe el autor”. Esto, que es totalmente aplicable al Romancero, no lo es en la misma proporción para con el Cantar, aun cuando estimemos que Per Abbat llevara el poema a la copia tomándolo previamente de las voces populares. Pues, el propio silencio en que duerme la misma durante siglos, rompe tal aserto y, demás, lo apoyan otras teorías cuando nos dicen que salió de un autor del pueblo anónimo, ya fuera éste un juglar de Medinaceli [Soria] u otro de similar vocación, cercano o natural de San Esteban de Gormaz, incluso la colaboración de ambos que, como dijimos más arriba, alguien apoya sin aportar datos científicos.

Ante tal silencio u ocultismo, es lógico pensar que, incluso naciendo estos versos de la popularidad del Cid y estando escritos en lenguaje popular [El Cid a doña Jimena la iba a abrazar; / doña Jimena al Cid la mano le va a besar, / llorando de los ojos que ya no puede más. / Y él a las niñas volviólas a mirar: / a Dios os encomiendo nuestro Padre espiritual”, se difundieran y popularizaran más ampliamente los romances, esas ciento nueve joyas que se agrupan bajo el ya mencionado título Romancero del Cid.
Como en el Cantar, el recopilador divide este Romancero en tres partes y, como en aquél, el lector se adentra en la vida del hombre guerreador, pero a la vez idealista, descubre al fiel vasallo y enamorado esposo, el padre que defiende a sus hijas como si estuviera defendiendo el sitio de Zaragoza o la conquista de Valencia. Tal y como lo viera don Marcelino Menéndez y Pelayo, el lector puede imaginarse a un Cid “heroico, osado, valeroso, sagaz, aventurero”...

Con su vida y su guerrear, su amor y su entrega, juglares y trovadores construyen la mejor poesía de aquel tiempo. Ya en los siglos XI y XII, capaces son de elevar el nivel del pueblo a ritmo de verso octosílabo y rima asonante. Veamos sólo cuatro ejemplos con los también cuatro primeros versos de otros tantos romances. De unidad casi temática, por su definición, elegimos respectivamente los inscritos con los números 9, 10, 38 y 77, referidos en su base al ambiente bélico, las estrategias de entonces y a la derrota de los árabes: [“Reyes moros de Castilla / entran con gran alarido; / de moros son cinco reyes, / lo demás mucho gentío”. ] /// [“De Rodrigo de Vivar / muy grande fama corría; / cinco reyes ha vencido / moros de la morería”. ] /// [“Muerto yace el Rey Don Sancho, / Bellido muerto lo había; / pasado está su venablo / y gran lástima ponía”. ] /// [“Victorioso vuelve el Cid / a San Pedro de Cerdeña / de las guerras que ha tenido / con los moros de Valencia”. ]

Aquí hemos de comprender al Cid en su época, quien, como guerreador, no duda en aliarse, entre otros, con el Rey Moro de Toledo para lograr sus objetivos. Alianzas, controversias, hazañas y triunfos magnifican del hombre la leyenda, y esta leyenda eclosiona en romances, que hacen del luchador un héroe poético.

En razón de la síntesis que nos imponen espacios y reloj y alejándonos de pretenciosas originalidades, sobre el Cantar de Mío Cid podemos repetir la calificación que tantos han dicho y sabemos, afirmando que “es la obra cumbre de la poesía épica española”, sobre el Romancero que al de Vivar se refiere, tomando palabras que Hégel vierte en su libro “Esthetique”, transcribimos que su “fondo es rico y lleno de interés /.../, el conjunto es tan épico, tan plástico, que la realidad histórica se presenta a nuestros ojos en su significación más elevada y pura”.

Si ya desde el inicio de esta exposición comencé evidenciando no ser historiador ni pretender juzgar al Cid en su deferencia de hombre avezado en luchas y conquistas, como tampoco acometer un profundo análisis del Cantar ni Romancero de su nombre, sí pretendo ponderar al personaje como un mito poético, alguien que inspiró al mayor número de trovadores, juglares y poetas. Es decir, no sólo fue el Cid Campeador un protagonista de batallas y conquistas sino que lo fue asimismo un héroe poético, efecto y afecto que ha quedado patente a lo largo de todo este año 2007, con la celebración del octavo centenario de la copia del Cantar de Mío Cid y, por expansión, en buena parte de los romances que, sobre él, difundieran trovadores y juglares por las calles y esquinas, plazas de los pueblos.

Nicolás del Hierro*, POETA del MUNDO:

http://www.poetasdelmundo.com/verInfo_europa.asp?ID=4595

Fuente: poetas del mundo.com

ENLACES:

2242. “Conozca su región a través de los poetas”, se celebrará en los salones del Hotel Palacio de la Serna, de Ballesteros de Calatrava (Ciudad Real)

2150. El poeta Nicolás del Hierro dio una conferencia sobre ESPRONCEDA, SU TIEMPO Y EL ROMANTICISMO, en la Casa de Castilla-La Mancha de Madrid.

No hay comentarios:

Publicar un comentario